Aburrimiento Sexual: La Pareja que Olvidó Disfrutar | Nilda Chiaraviglio

¿Qué pasa cuando una pareja se quiere, se respeta y funciona… pero el deseo ha desaparecido?
Nilda Chiaraviglio explora un caso conmovedor y muy común: una pareja feliz en lo cotidiano, pero desconectada sexualmente.


¿Cómo se pierde el deseo?

Paty y Raúl llevaban años juntos, con buena comunicación, cariño, respeto mutuo y una vida familiar organizada. Sin embargo, ella ya no se sentía deseada. Si no tomaba la iniciativa, no pasaba nada. Y cuando lo hacía, él respondía… pero como quien hace una tarea.

No había conflicto. No había peleas. Pero tampoco pasión.
Y Raúl no entendía por qué. Decía: «Me encanta Paty, la amo, pero me distraigo… simplemente no me nace.»


El patrón que se repite

A medida que la conversación avanza, Nilda descubre algo clave: lo mismo le pasó a Raúl con su exesposa.
El deseo se empezó a apagar justo cuando ella quedó embarazada. Y con Paty… otra vez ocurrió lo mismo.

“Cuando la veo en modo mamá, no se me activa el deseo.”

Ese patrón tenía una raíz cultural: la separación entre la figura maternal (el amor “serio”) y la figura erótica (el deseo “prohibido”). Un modelo que muchas personas arrastran sin cuestionar.


El amor no tiene por qué ser aburrido

Nilda propone una idea sencilla pero poderosa: jugar.

¿Y si dejamos de actuar como pareja estable y empezamos a vernos con nuevos ojos?
¿Y si fingimos que no nos conocemos? ¿Y si ella sale de casa vestida diferente, con otro rol, y él tiene que conquistarla desde cero?

Lo probaron. Y funcionó.

Inventaron historias, usaron disfraces, cambiaron de rol, salieron de la rutina.
Transformaron su aburrimiento en aventura. Convirtieron la casa en un escenario de juego y complicidad.


Erotismo y amor no son opuestos

“Si seguimos creyendo que la madre de nuestros hijos no puede ser también objeto de deseo, estamos condenando el amor al tedio.”

La historia de Paty y Raúl no solo terminó bien, terminó mejor de lo que imaginaron.
Porque no se conformaron. Porque entendieron que el deseo también se construye, se juega y se cuida.


Reflexión final de Nilda Chiaraviglio

Para Nilda, el caso de Paty y Raúl no es una excepción, sino un espejo de muchas parejas que funcionan perfectamente en lo cotidiano, pero se apagan en lo erótico. Su reflexión va más allá de la anécdota: nos invita a cuestionar creencias arraigadas. ¿Por qué seguimos separando el amor respetuoso del deseo ardiente? ¿Por qué la figura maternal queda desexualizada, como si la ternura y el erotismo fueran incompatibles?

Nilda propone una solución que parece simple pero que requiere valentía: jugar. Atreverse a romper los roles, a inventar nuevas narrativas dentro de la relación. Ella entiende el deseo no como algo que se tiene o se pierde, sino como algo que se crea activamente. No se trata de volver a ser quienes eran antes, sino de inventarse nuevas versiones de sí mismos. Jugar no es infantil: es un acto de inteligencia emocional y erótica.

Para Nilda, el deseo no muere con la rutina: se duerme. Y como todo lo dormido, se puede despertar, si dejamos de repetir patrones y nos animamos a lo inesperado.

Mi reflexión final

Lo que más me impactó de esta historia no fue solo la transformación de Paty y Raúl, sino la raíz profunda del problema: esa idea cultural de que la madre no puede ser deseada. Yo misma he escuchado eso en conversaciones, bromas, películas… y nunca lo había cuestionado tanto como ahora. Es fuerte pensar que una creencia tan vieja pueda seguir moldeando cómo nos sentimos con nuestra pareja.

También me gustó mucho la propuesta del juego, porque no es una receta mágica ni una solución rígida. Es una invitación a explorar, a mirar con otros ojos, a volver a ser curiosos. Me hizo pensar que quizás muchas relaciones que creemos “fracasadas” en realidad están aburridas… y que eso se puede cambiar.

Mientras Nilda habla desde la experiencia terapéutica, yo me quedo con una sensación muy personal: el deseo necesita aire, novedad, y un poco de locura. Y a veces, solo hace falta proponérselo, aunque al principio suene raro o incómodo. Me voy de esta historia con una pregunta: ¿y si hoy juego un poco más?


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